Propiedades y usos curativos de la menta
Es antiséptica y antipruriginosa
Triturar las hojas de menta fresca con un poco de agua y aplicar el zumo en el rostro puede calmar infecciones, erupciones y el acné. También se pueden tratar las picaduras de insectos o las mordeduras de algún animal.
Al aplicar directamente en quemaduras y cortes ayuda a la cicatrización y curación de la herida, evitando que se infecte.
Trata problemas respiratorios
Las afecciones y las infecciones respiratorias pueden ser reducidas debido a un componente principal de la menta: el mentol. Disminuye la congestión de la garganta, los pulmones y la nariz.
Además, de ello, con la menta se puede tratar la tos persistente, la bronquitis y el asma. Esto se debe a que tiene la función de “abrir”. No es casualidad que los medicamentos para la tos por ejemplo, tengan menta.
Cura problemas del aparato digestivo
Es uno de los usos curativos de la menta más conocidos. Desde cientos de años se usa la menta para enfermedades del estómago, desde aumentar el apetito o calmar la indigestión. Es muy buena para la distensión abdominal y la flatulencia.
Su aroma fuerte y penetrante hace que las glándulas salivales se activen, estimulando a su vez la producción de enzimas en el estómago. Relaja los músculos abdominales y es ideal para curar los ardores o reflujo gástrico.
Ayuda a revertir el dolor de cabeza y las náuseas
El aroma refrescante de la menta sirve para reducir estos malestares y molestias. Si se mastica una hoja de menta se reducen los mareos en los viajes. Si se inhala el aceite esencial se reducen los síntomas de la migraña o la jaqueca.
Combate el mal aliento
Es por ello que los dentífricos suelen tener aroma a menta. El sabor fuerte elimina la halitosis y, además, reduce la cantidad de bacterias en la boca, causantes del mal olor.
Advertencias sobre el uso de la menta
Si bien la menta no es peligrosa para la salud ni tiene efectos secundarios peligrosos cuando se consume en las dosis correctas, puede generar algún problema por el uso excesivo.
En el caso del aceite esencial de menta, no está indicado para las mujeres embarazadas, las que están amamantando, niños menores de seis años y pacientes con alergias respiratorias o hipersensibilidad.
Puede producir nerviosismo o insomnio si se consume excesivamente, provocando a su vez náuseas, taquicardia o falta de apetito.
En el caso de la infusión o tisana de menta se aconseja no ser administrado a niños pequeños, tampoco en personas con acidez, reflujo o hernia de hiato, pacientes con cálculos renales o de vesícula, embarazadas y mujeres lactantes porque puede afectar al bebé.
¿Cuánta menta se puede usar o tomar?
La dosificación correcta para un adulto sin los problemas mencionados es de 20 a 30 gramos de hojas frescas de menta por litro de agua hirviendo. No se puede consumir más que 700 ml (3 tazas aproximadamente) por día, repartidas en 3 dosis diferentes, como por ejemplo a la mañana, a la tarde y a la noche.
En el caso de que el uso sea externo, las cataplasmas pueden contener más hojas de menta para aumentar su eficacia. Para los baños de asiento se recomiendan las mismas proporciones y realizarlos cuando el agua esté templada o tibia, nunca hirviendo.
Los que desean consumir menta, pero no en forma de té, pueden preparar un zumo o licuado. Se necesita un puñado de hojas, agua y azúcar o cualquier endulzante. Beber una cucharada cada hora.
Es antiséptica y antipruriginosa
Triturar las hojas de menta fresca con un poco de agua y aplicar el zumo en el rostro puede calmar infecciones, erupciones y el acné. También se pueden tratar las picaduras de insectos o las mordeduras de algún animal.
Al aplicar directamente en quemaduras y cortes ayuda a la cicatrización y curación de la herida, evitando que se infecte.
Trata problemas respiratorios
Las afecciones y las infecciones respiratorias pueden ser reducidas debido a un componente principal de la menta: el mentol. Disminuye la congestión de la garganta, los pulmones y la nariz.
Además, de ello, con la menta se puede tratar la tos persistente, la bronquitis y el asma. Esto se debe a que tiene la función de “abrir”. No es casualidad que los medicamentos para la tos por ejemplo, tengan menta.
Cura problemas del aparato digestivo
Es uno de los usos curativos de la menta más conocidos. Desde cientos de años se usa la menta para enfermedades del estómago, desde aumentar el apetito o calmar la indigestión. Es muy buena para la distensión abdominal y la flatulencia.
Su aroma fuerte y penetrante hace que las glándulas salivales se activen, estimulando a su vez la producción de enzimas en el estómago. Relaja los músculos abdominales y es ideal para curar los ardores o reflujo gástrico.
Ayuda a revertir el dolor de cabeza y las náuseas
El aroma refrescante de la menta sirve para reducir estos malestares y molestias. Si se mastica una hoja de menta se reducen los mareos en los viajes. Si se inhala el aceite esencial se reducen los síntomas de la migraña o la jaqueca.
Combate el mal aliento
Es por ello que los dentífricos suelen tener aroma a menta. El sabor fuerte elimina la halitosis y, además, reduce la cantidad de bacterias en la boca, causantes del mal olor.
Advertencias sobre el uso de la menta
Si bien la menta no es peligrosa para la salud ni tiene efectos secundarios peligrosos cuando se consume en las dosis correctas, puede generar algún problema por el uso excesivo.
En el caso del aceite esencial de menta, no está indicado para las mujeres embarazadas, las que están amamantando, niños menores de seis años y pacientes con alergias respiratorias o hipersensibilidad.
Puede producir nerviosismo o insomnio si se consume excesivamente, provocando a su vez náuseas, taquicardia o falta de apetito.
En el caso de la infusión o tisana de menta se aconseja no ser administrado a niños pequeños, tampoco en personas con acidez, reflujo o hernia de hiato, pacientes con cálculos renales o de vesícula, embarazadas y mujeres lactantes porque puede afectar al bebé.
¿Cuánta menta se puede usar o tomar?
La dosificación correcta para un adulto sin los problemas mencionados es de 20 a 30 gramos de hojas frescas de menta por litro de agua hirviendo. No se puede consumir más que 700 ml (3 tazas aproximadamente) por día, repartidas en 3 dosis diferentes, como por ejemplo a la mañana, a la tarde y a la noche.
En el caso de que el uso sea externo, las cataplasmas pueden contener más hojas de menta para aumentar su eficacia. Para los baños de asiento se recomiendan las mismas proporciones y realizarlos cuando el agua esté templada o tibia, nunca hirviendo.
Los que desean consumir menta, pero no en forma de té, pueden preparar un zumo o licuado. Se necesita un puñado de hojas, agua y azúcar o cualquier endulzante. Beber una cucharada cada hora.